INDICE

Oct - Nov 2021  

Número 176


Ing. Agr. Roberto R. Casas
M.N. 04029*01*01

Director del Centro para la Promociónde la Conservación del Suelo y del Agua-PROSA- FECIC.
Académico de Número de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, y de la Academia Nacional de Geografía.
Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Profesor Titular de Edafología,Universidad de Morón.
 

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MANEJO Y HERRAMIENTAS PARA CUIDADO DEL SUELO Y EL AMBIENTE

La expansión de la agricultura hacia ecosistemas de mayor fragilidad genera la degradación de nuestros recursos naturales, con fuerte impacto negativo sobre el ambiente. Resulta imprescindible una estrategia nacional para cuidado del suelo y del ambiente, basada en la aplicación de buenas prácticas y      en la implementación de modelos    de intensificación agropecuaria sustentable, que eviten la conversión de nuevas tierras. 

Se estima que un 36% del territorio argentino está afectado por procesos de erosión hídrica y eólica, lo cual representa unas 100 millones de hectáreas.  De este total, 63 millones de hectáreas están afectadas por erosión hídrica y 37 millones por erosión eólica. En los últimos 30 años, la mayor parte del incremento de erosión se registró en los grados ligero a moderado, mientras que las cifras para los estados severo y grave se mantuvieron más estables.

En este período, se observa que los mayores aumentos de la erosión se verificaron en la mayoría de las provincias de las regiones Pampeana y Patagónica. La intensificación y expansión de la agricultura con simplificación de rotaciones de cultivos ha contribuido significativamente al incremento de los procesos de degradación del suelo, entre ellos la erosión. En el caso de Patagonia, los procesos de desertificación continúan en aumento, pese al esfuerzo de los organismos oficiales. En una situación intermedia se encuentran las provincias del NOA, mientras que en el NEA y Cuyo los incrementos del proceso erosivo son menores.

Frente a la situación descripta se impone diseñar una estrategia a nivel nacional para cuidado del suelo y del ambiente basada en dos ejes estrechamente vinculados: i) evitar la degradación de los suelos mediante la aplicación de buenas prácticas (con énfasis en el control de la erosión y el incremento del almacenamiento de carbono orgánico del suelo); ii) implementación de  modelos de intensificación agropecuaria sustentable que eviten la conversión de nuevas tierras situadas en ambientes frágiles.

Aplicación de buenas prácticas

Según un estudio realizado por PROSA - FECIC en 2019 existen actualmente unas 2,5 millones de hectáreas protegidas por prácticas para el control de la erosión hídrica, de las cuales 1,4 millones corresponden a terrazas, y 1,1 millones a cultivos en curvas de nivel, canales de desagüe, canales de guarda y control de cárcavas (Figura 1). 



Figura 1: El cultivo en curvas de nivel, con siembra directa y rotación de cultivos, constituyen técnicas excelentes para el control de la erosión hídrica.


En la tabla 1 se consigna la superficie protegida por terrazas de base ancha y base angosta en cada provincia. La mayor parte de los sistemas implementados corresponden a terrazas de desagüe, siendo la superficie protegida con terrazas de absorción inferior al 1%. Resulta destacable la tarea de lucha contra la erosión que vienen realizando las Provincias de Entre Ríos, Córdoba, Salta y Tucumán, con intervención del INTA, Universidades y organismos provinciales.

Respecto a la prevención y  control de procesos eólicos, se estima que hay en el país unas 200 mil hectáreas protegidas. Dentro de estas prácticas, se destaca el trabajo de revegetación de áreas degradadas y control de médanos en Patagonia que alcanza unas 100 mil hectáreas en las provincias de Río Negro, Chubut y Santa Cruz, y cultivos en franjas, que en las provincias de La Pampa y Córdoba cubren unas 50 mil hectáreas. 

La siembra directa  constituye un excelente sistema para conservar los suelos, en la medida que se implemente con rotación de cultivos. Se estima que actualmente la superficie cultivada bajo esta modalidad asciende a unos 26 millones de hectáreas a nivel nacional. Si bien esta cifra es menor que la citada en los últimos años, deben tenerse en cuenta las labranzas ocasionales efectuadas debido al efecto de malezas resistentes (rama negra y yuyo colorado), y las compactaciones producidas especialmente en suelos con elevados contenidos de limo y arenas finas, que conducen a efectuar labranzas periódicas.

Es destacable el avance que han registrado los sistemas silvopastoriles en el país, efectuando un uso integrado y sustentable del recurso forestal y la producción ganadera. 
Se estima que alrededor de 7,2 millones de hectáreas están empleando sistemas silvopastoriles  constituyendo un modelo de agricultura “climaticamente inteligente” que combina aumento de productividad, resiliencia al cambio climático y  reducción de los gases de efecto invernadero. La gestión del Pastizal Natural en los sistemas ganaderos también ha registrado avances muy importantes en los últimos años,  apuntando a la sustentabilidad del agrosistema,  muy especialmente en las zonas áridas y semiáridas de mayor fragilidad. Existen actualmente  unas 19,1 millones de hectáreas  gestionadas con prácticas de evaluación forrajera y ajuste de carga, pastoreo rotativo, potreros de reserva y clausuras. 
En la Tabla 2 se consigna la superficie protegida con buenas prácticas de conservación del suelo y del agua a nivel nacional (Casas y Damiano, 2019).



Tabla 1: Superficie provincial protegida con terrazas de base ancha y base angosta (Casas, 2021).



Tabla 2: Superficie protegida con buenas prácticas de conservación del suelo y del agua a nivel nacional (Casas y Damiano, 2019; Manual de Buenas Prácticas de Conservación del Suelo y del Agua en Áreas de Secano. Ed. FECIC) ​.


Hacia la implementación de  modelos de intensificación agropecuaria sustentable

La intensificación agropecuaria sustentable consiste en realizar un uso más completo y eficiente de los recursos naturales, produciendo mayor cantidad de biomasa por unidad de superficie, minimizando el impacto sobre el ambiente. Se  focaliza en el aumento de la productividad  mediante la aplicación de tecnología, más que en la habilitación de nuevas tierras. 
Para la implementación de estos modelos se consideran los siguientes aspectos: cierre de brechas productivas, rotación de cultivos de mayor intensidad, incremento del carbono orgánico del suelo, y evitar conversiones inade-cuadas del uso del suelo.

En las tierras destinadas actualmente a la agricultura se impone cerrar las brechas productivas mejorando el manejo general de los suelos y la reposición de nutrientes, que en la actualidad alcanza solamente un 38 %. 

En la Tabla 3 se muestran las cantidades de los principales nutrientes aportados mediante aplicación de fertilizantes y las cantidades extraídas por los cultivos de soja, trigo, maíz, girasol, sorgo y arroz. 

La pérdida de fertilidad de los suelos se aceleró en los últimos años debido a que continúa prevaleciendo la extracción de nutrientes minerales sobre la reposición, en lo que constituye una auténtica minería de suelos que, sin duda, constituirá un límite para alcanzar  las metas productivas nacionales (figuras 2 y 3 ). 



Tabla 3. Balance de nutrientes: extracción por cultivos vs. reposición por fertilización; campaña 2018/19 (Casas y Cruzate, Revista de investigaciones Científicas de la UM, 2021).


Figura 2. Extracción de Nitrógeno (A)  y Fosforo (B) en granos por los principales cultivos,  expresada en kg.ha-1 a nivel de Departamento/Partido de las distintas provincias (Casas y Cruzate, Revista de investigaciones Científicas de la UM, 2021). 



Figura 3. Extracción de Potasio (A)  y Azufre (B) en granos por los principales cultivos, expresada en kg.ha-1 a nivel de Departamento/Partido de las distintas provincias (Casas y Cruzate, Revista de investigaciones Cientificas de la UM, 2021).


Resulta de fundamental importancia implementar rotaciones de cultivos de mayor intensidad, que mantengan cubierto el suelo la mayor parte posible del año. 
Fotosintetizando en forma continua, las plantas generan biomasa aérea y subterránea que protege al suelo e incorpora carbono orgánico. Las raíces aportan también deposiciones de gran importancia para la formación de materia orgánica estable asociada a los minerales del suelo. 

En la agricultura tradicional se producen “baches” en los que el suelo queda sin cultivos y, por lo tanto, la actividad biológica restringida. En estos períodos no hay raíces explorando el suelo y aportando carbono. 

Para cubrir estos períodos se puede recurrir a cultivos de cobertura o de servicios tales como centeno, avena, cebada, triticale, vicia y tréboles de olor, puros o consociados.  

Éstos, constituyen una herramienta muy efectiva para incluir en rotaciones poco diversificadas a los efectos de  incorporar carbono, controlar malezas, favorecer la actividad biológica y  controlar la erosión del suelo.

Un aspecto de importancia creciente, es la necesidad de incrementar el almacenamiento de carbono orgánico del suelo mediante rotaciones que mantengan un balance positivo. 

Ello se logra mediante la inclusión de gramíneas tales como el maíz, sorgo  o  cereales de invierno que incorporan carbono al suelo (Figura 4), en contraposición al cultivo de soja que genera  un balance deficitario, especialmente en segunda fecha de siembra. 
La inclusión de pasturas en la rotación es determinante para aumentar el contenido de materia orgánica total y mejorar la estabilidad de los agregados del suelo (Figura 5). 


Figura 4. Los cultivos de  gramíneas, tales como el maíz, sorgo y cereales de invierno, incorporan carbono y mejoran la agregación del suelo.


Figura 5. La inclusión de pasturas en la rotación es importante para la protección del suelo y  para aumentar el contenido de materia orgánica total (izquierda). Las pasturas mejoran la estabilidad de los agregados del suelo (derecha).


En las áreas de bosque nativo, es importante evitar el desmonte de tierras ya que se trata de ambientes frágiles de baja resiliencia. En ellos, un disturbio o intervención profunda como el desmonte para agricultura continua modifica el “ámbito” original, produciendo un daño ambiental de intensidad variable. Se trata de sistemas con escasa capacidad de recuperación, en los cuales se alcanza un nuevo estado de degradación permanente del ambiente. 

Debe considerarse que el desmonte modifica la dinámica horizontal y vertical del agua con impacto sobre la infiltración, evapotranspiración, profundidad de la capa freática y escurrimiento superficial. 
También se modifica la provisión de servicios ecosistémicos tales como la protección contra la erosión, captura de carbono, control de la salinidad y conservación de la biodiversidad.  
En estos ambientes se impone la aplicación de sistemas silvopastoriles que compatibilicen el uso forestal con el ganadero. Estos sistemas permiten la interacción biológica entre especies leñosas y ganado, diversificando y optimizando la producción. 

Se trata de “modelos  cerrados”, ambientalmente sustentables, que incrementan la captura de carbono a través de la fotosíntesis continua de la biomasa aérea de los árboles, la acumulación en la biomasa subterránea y del carbono aportado por las raíces de las especies forrajeras, retenido por combinación con la fracción mineral del suelo. Estos sistemas permiten un balance adecuado entre la producción y el mantenimiento de las funciones ecosistémicas del bosque nativo.

Se debe aplicar muy cuidadosamente la legislación vigente sobre uso del suelo en ambientes vulnerables, que efectúa una valoración creciente  de los servicios ambientales que prestan  bosques nativos, pastizales y  humedales. Esto se lograría migrando hacia  modelos de intensificación sustentable de la producción agropecuaria basados en el incremento de la productividad y mantenimiento de la calidad ambiental, dejando de avanzar sobre nuevas tierras. 
Contar con políticas públicas y legislación nacional en conservación de suelos resulta indispensable para reactivar y articular la numerosa legislación provincial existente. 

Debe considerarse que la Argentina ha pasado a  constituirse en  un país relevante para la seguridad alimentaria mundial, en un contexto de una demanda creciente de alimentos en las próximas décadas. Esta situación constituye una gran oportunidad, pero exige evitar el continuo deterioro que sufren los suelos y demás recursos naturales.