INDICE

Oct - Nov 2021  

Número 176

 

Lic. Dulce S. Gómez Carella 

Dr. Lucas A. Garibaldi 
M.N.16415*01*01 

Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural de la Universidad Nacional de Río Negro. 
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural. 
Río Negro, Argentina.
 

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NECESITAMOS RECUPERAR UN 20% DE HÁBITATS NATIVOS PARA PRODUCIR MEJOR

La siembra de cultivos, cría de ganado y producción maderera conllevan prácticas de manejo que impactan negativamente sobre la biodiversidad, generando problemas ambientales, y el deterioro de innumerables beneficios ecosistémicos. La restauración de al menos 20% de hábitats nativos en paisajes productivos promueve la mejora de estas contribuciones naturales, la seguridad alimentaria, y la eficacia de las redes de áreas protegidas. Pero aún hay pocos países que establecieron requisitos mínimos para su conservación. 

Hábitats nativos en paisajes productivos

Las iniciativas de conservación suelen enfocar sus esfuerzos en la protección de tierras dentro de áreas protegidas, sin considerar lo que ocurre en los paisajes productivos que se hallan por fuera de las mismas. Estos paisajes, que generalmente son utilizados para actividades como la agricultura, ganadería o silvicultura (Kremen y Merenlender, 2018), se encuentran en continua expansión y son manejados de forma intensiva. Por este motivo, la restauración de la fauna y flora nativa en ellos constituye una necesidad de carácter cada vez más urgente.

Los hábitats nativos dentro de paisajes productivos brindan numerosos beneficios que pueden mejorar la calidad de vida de las personas. Algunas de sus contribuciones más importantes son la regulación de la salud del suelo, agua y el aire, y la promoción de la polinización y el control biológico de plagas. También favorecen el suministro de bienes materiales, como alimento y medicinas, y no materiales, como el aprendizaje y sentido de pertenencia (Díaz et al., 2018). Estos sitios pueden ser intervenidos (por ejemplo, para pastoreo o cosecha), siempre que con ello no se comprometa la conservación de la biodiversidad presente.

A pesar de su importancia, son muy pocos los países que poseen objetivos para la conservación de hábitats nativos dentro de paisajes productivos. Aquellos que ya avanzaron en esta meta suelen establecer porcentajes muy bajos de recuperación con grandes variaciones que reflejan la falta de pautas científicas claras y las diferencias en la realidad política, socioeconómica y cultural de cada país (Díaz et al., 2018; Garibaldi et al., 2019).



¿Cuánto conservar?

Un primer paso hacia el desarrollo de estrategias efectivas de conservación es determinar el valor mínimo de hábitats a recuperar. Revisiones detalladas de la bibliografía científica disponible han permitido concluir que se debe restaurar al menos un 20% del área de hábitats nativos en los paisajes productivos que tienen más del 80% de su área ya transformada (Garibaldi et al., 2021). 

Estas tierras, al estar modificadas en gran medida, no suelen cumplir con los requisitos necesarios para ser consideradas como áreas protegidas (IUCN-WCPA Task Force on OECMs, 2019). 
Este porcentaje surge como un mínimo, más que como un óptimo, y sirve como una guía sencilla para identificar los paisajes del mundo que no cumplen con este criterio. Sin embargo, su valor deberá adaptarse a diferentes contextos, y los resultados deberán monitorearse y redefinirse de manera iterativa a través de manejos adaptativos (Garibaldi et al., 2021).

¿Por qué especies nativas?

Los hábitats nativos pueden brindar incontables ventajas, aunque los detalles de sus contribuciones dependerán de su composición y la diversidad presente en ellos. Además de poseer un valor intrínseco, las especies nativas y sus hábitats guardan un potencial para nuevos usos y descubrimientos (por ejemplo, nuevas especies de plantas medicinales) y pueden ayudar a mitigar la propagación de especies invasoras (Díaz et al., 2018).

La meta de conservar por lo menos un 20% de hábitats nativos en paisajes productivos puede complementar el trabajo que se lleva adelante en las áreas protegidas (Kremen y Merenlender, 2018). 
Éstas resultan fundamentales para preservar las especies que son totalmente intolerantes a las actividades humanas y, por lo tanto, no pueden subsistir dentro de paisajes productivos. Además, los hábitats nativos pueden incrementar la efectividad de las áreas protegidas al formar corredores biológicos que interconectan poblaciones silvestres (Defries y Nagendra, 2017; Kremen y Merenlender, 2018). 
Esta meta también ofrece un potencial sin explotar para preservar ambientes poco representados y altamente amenazados en todo el mundo, como es el caso de los pastizales (Ramankutty et al., 2018).

Además de la dimensión financiera, las medidas de conservación pueden beneficiar la seguridad alimentaria en el largo plazo. Este aspecto es especialmente relevante en el escenario global actual, en el cual un gran porcentaje de la superficie terrestre cultivada da origen a cultivos no alimenticios (Ramankutty et al., 2018). 
Si bien la producción de alimento satisface las necesidades calóricas mundiales, no proporciona la diversidad de nueces, frutas y verduras que es requerida para tener una dieta saludable (Mason-D’Croz et al., 2019). 

En lugar de expandir cultivos intensivos, un cambio hacia paisajes más diversos y multifuncionales que incluyan hábitats nativos podría ayudar a producir alimentos más nutritivos por unidad de área (Mason-D' Croz et al., 2019).

Costos y beneficios para la producción agropecuaria

La recuperación de hábitats nativos en paisajes productivos puede comenzar con la protección de remanentes naturales que luego se expandirán hasta alcanzar un mínimo del 20% del paisaje (Garibaldi et al., 2021). 

En regiones altamente cultivadas donde los hábitats ocupan mucho menos del 20%, las iniciativas requerirán estrategias de un perfil más creativo y experimental (Hobbs et al., 2014; Tscharntke, Batáry y Dormann, 2011). 

Sin embargo, con una gestión apropiada, estos esfuerzos pueden implementarse sin perjudicar la actividad productiva y los ingresos de los productores. Los hábitats nativos pueden ayudar a minimizar o eliminar las relaciones de compromiso e incluso aumentar la producción agrícola. 

Sus contribuciones mejoran la calidad del agroecosistema al, por ejemplo, reducir la erosión del suelo y mejorar su actividad biológica y disponibilidad de nutrientes; promover la polinización en cultivos dependientes de este servicio; amortiguar la evolución de plagas y malezas; prevenir inundaciones, y regular el clima, entre otras. 
Las oportunidades para proteger o restaurar hábitats nativos son mayores en aquellas áreas que poseen un bajo potencial productivo, donde incluso se puede aumentar la eficiencia agronómica o económica general (Garibaldi et al., 2021). 

El modelado teórico de las relaciones de compromiso entre el área dedicada a la producción agrícola y los hábitats nativos en paisajes productivos ha demostrado que, al asignar estos hábitats a zonas menos productivas, la cantidad de área que se puede conservar manteniendo la productividad aumenta de un 13% a un 40% (Garibaldi et al., 2021). 

Esta meta puede funcionar incluso mejor cuando se la combina con otras transiciones complementarias para alcanzar una intensificación ecológica en las partes cultivadas de los paisajes (por ejemplo, el uso de cultivos de servicio) (Garibaldi et al., 2019). 

Independientemente del enfoque, el cambio puede ocurrir de forma gradual en zonas donde los hábitats nativos dentro de paisajes productivos son mínimos o inexistentes. Esta estrategia incremental atenuaría las dificultades que puedan encontrar los productores, permitiendo realizar al mismo tiempo una evaluación continua de los costos y beneficios (Garibaldi et al., 2021).

Inclusión en la toma de decisiones

Implementar la meta de >20% puede representar un desafío que requiere la coordinación entre diferentes niveles y sectores sociales, corporativos y gubernamentales (Bartomeus y Dicks, 2019; Ellis, 2019). Su éxito inevitablemente dependerá de políticas globales y nacionales, junto con acuerdos y planes locales adaptados a diferentes situaciones socioeconómicas (Locke et al., 2019). 
A pesar del creciente reconocimiento sobre el papel de los hábitats nativos dentro de paisajes productivos, su restauración a través de medidas políticas continúa siendo limitada (Kremen y Merenlender, 2018). 

Las discusiones actuales en torno a la rápida degradación mundial de la biodiversidad presentan oportunidades únicas para cubrir estas faltas y establecer metas que también resultan esenciales para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y los compromisos para el Decenio de Restauración de Ecosistemas (2021-2030). 

Es momento de adoptar una nueva mirada y trabajar hacia objetivos que nos permitan mejorar en conjunto la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la calidad de vida de las personas.


Referencias
Bartomeus, I., y Dicks, L. V. (2019). The need for coordinated transdisciplinary research infrastructures for pollinator conservation and crop pollination resilience. Environmental Research Letters, 14, 045017.
Defries, R., y Nagendra, H. (2017). Ecosystem management as a wicked problem. Science, 356, 265–270.
Díaz, S., Pascual, U., Stenseke, M., Martín-López, B., Watson, R. T., Molnár, Z., y Polasky, S. (2018). Assessing nature’s contributions to people. Science, 359, 270–272.
Ellis, E. C. (2019). Sharing the land between nature and people. Science, 364, 1226–1228.
Garibaldi, L. A., Oddi, F. J., Miguez, F. E., Bartomeus, I., Orr, M. C., Jobbágy, E. G., ... y Zhu, C. D. (2021). Working landscapes need at least 20% native habitat. Conservation Letters, 14(2), e12773.
Garibaldi, L. A., Pérez-Méndez, N., Garratt, M. P. D., Gemmill-Herren, B., Miguez, F. E., y Dicks, L. V. (2019). Policies for ecological intensification of crop production. Trends in Ecology & Evolution, 34, 282–286.
Hobbs, R. J., Higgs, E., Hall, C. M., Bridgewater, P., Chapin, F. S., Ellis, E.C., ...Yung, L. (2014). Managing the whole landscape: Historical, hybrid, and novel ecosystems. Frontiers in Ecology and the Environment, 12, 557–564.
Kremen, C., y Merenlender, A. M. (2018). Landscapes that work for biodiversity and people. Science, 362, eaau6020.
Locke, H., Ellis, E. C., Venter, O., Schuster, R., Ma, K., Shen, X., ...Watson, J. E.M. (2019). Three global conditions for biodiversity conservation and sustainable use: An implementation framework. National Science Review, 6, 1080–1082, https://doi.org/10.1093/nsr/nwz136
Mason-D’Croz, D., Bogard, J. R., Sulser, T. B., Cenacchi, N., Dunston, S., Herrero, M., y Wiebe, K. (2019). Gaps between fruit and vegetable production, demand, and recommended consumption at global and national levels: An integrated modelling study. Lancet Planetary Health, 3, e318–e329.
Odum, E. P. (1969). The strategy of ecosystem development. Science, 164, 262–270.
Ramankutty, N., Mehrabi, Z., Waha, K., Jarvis, L., Kremen, C., Herrero, M., y Rieseberg, L. H. (2018). Trends in global agricultural land use: Implications for environmental health and food security. Annual Review of Plant Biology, 69, 789–815.
Tscharntke, T., Batáry, P., y Dormann, C. F. (2011). Set-aside management: How do succession, sowing patterns and landscape context affect biodiversity? Agriculture Ecosystems and Environment, 143, 37–44.