EL MUNDO PUSO EN AGENDA EL FUTURO DE NUESTRA ALIMENTACIÓN
Esta nota expone una breve introducción a las discusiones actuales sobre los sistemas alimentarios y la gestión de los recursos naturales. Además, repasa algunas de las prácticas e indicadores que forman parte de nuestro sistema agrícola, con una larga trayectoria en materia ambiental.
En un mismo año Naciones Unidas llevó adelante la Cumbre de Sistemas Alimentarios en Nueva York, Estados Unidos, y acaba de desarrollar la Conferencia por el Cambio Climático en Glasgow, Escocia. Estos dos eventos globales están relacionados y ponen de manifiesto la importancia que está adquiriendo 2021 en las definiciones futuras sobre cómo producimos alimentos y cómo gestionamos los recursos de nuestro planeta.
En plena transición post crisis COVID19, atravesando aún sus impactos y evaluando la post pandemia, los países han tomado la decisión de aumentar la prioridad de las temáticas relacionadas al ambiente y a la producción de alimentos. Esto se debe, en gran medida, a la creciente presión de la sociedad para atender estos temas con urgencia.
Frente a este escenario, no deben perderse de vista algunos pilares de la experiencia local de los últimos 30 años en nuestros sistemas productivos, siendo Argentina un país productor de alimentos y con un enorme potencial para el desarrollo de su agro-bio-industria.
Fuente: Bolsa de Cereales (ReTAA) y AAPRESID.
En general, cuando los escenarios que se proyectan a futuro son negativos, o al menos desafiantes, se tiende a tirar por la borda todo lo realizado y se asume que nada ha servido, dado que hemos llegado a la que se entiende como una situación actual crítica.
Sin embargo, la visión desde diversos sectores de la ciencia y la academia es exactamente la opuesta: hemos sido líderes en adoptar tecnologías y mejoras permanentes en nuestros sistemas alimentarios. Y hoy más que nunca estamos reforzando ese compromiso, buscando reducir los impactos negativos de nuestras acciones y potenciar aquellos que resultan positivos.
Con 30 años de adopción creciente y sostenida, Argentina es referente global sobre prácticas que reducen la erosión y mejoran la conservación de suelo. El paquete tecnológico con siembra directa, en números promedio, logra disminuir un 90% la erosión del suelo, un 70% la pérdida de agua y hasta un 60% el uso de combustibles fósiles. No es casual que durante los últimos 10 años se ha mantenido una adopción superior al 90% del área sembrada.
A esto se agregan otros dos pilares fundamentales: la rotación de cultivos y los cultivos de cobertura o de servicios.
El mapa muestra la superficie con cultivos de cobertura por regiones en 2019/20, como porcentaje regional sobre un área total nacional de CC de 352 mil hectáreas. Fuente: Bolsa de Cereales, ReTAA.
En los últimos 10 años ha mejorado notablemente el equilibrio entre gramíneas y oleaginosas, con los consecuentes impactos positivos que esto trae al sistema productivo. Asimismo, se ha multiplicado por cinco el porcentaje de productores que realizan cultivos de cobertura, los cuales proveen servicios ecosistémicos y mejoran el ciclo de los recursos (carbono, agua, nutrientes), disminuyen el uso de insumos externos y proveen una cobertura verde del suelo en gran parte del año.
Lo descripto hasta aquí responde mayormente a tecnologías de procesos, las cuales han promovido –y aún lo hacen –una mayor eficiencia en el uso de los insumos, complementando los objetivos productivos bajo un concepto de mejora continua, en el marco global ya mencionado.
Debe mencionarse también la incorporación creciente y sostenida de herramientas para agricultura de precisión durante gran parte de los últimos 20 años.
Y ésto se ha visto reflejado tanto desde la industria, en cuanto a la oferta y a la comercialización de equipamientos, como desde el productor. Por ejemplo, el porcentaje de productores que realiza aplicación variable de insumos se ha duplicado en los últimos cinco años, lo cual implica una mayor eficiencia de uso y un menor uso de productos, con el menor impacto ambiental que esto conlleva.
En la misma línea, Argentina es referente en la adopción de biotecnología a nivel mundial, en cultivos como el maíz, la soja y el algodón. Los valores actuales superan en todos los casos el 95% del área sembrada en estos cultivos.
El uso de estas herramientas, entre otros aspectos positivos, favorece notablemente la mitigación frente al cambio climático, por menores emisiones GEI (gases de efecto invernadero) y un mayor secuestro de carbono en el sistema.
Este último aspecto nos lleva nuevamente al marco global descripto al inicio de esta nota.
Repasando solo algunos de los indicadores de las prácticas ambientales que se llevan adelante en la producción agrícola de nuestro país, vemos que la Argentina ha recorrido un largo camino en materia ambiental.
Lejos de permanecer estáticos, el sistema productivo y sus actores han mantenido una adaptación clara a través de los años. Sin embargo, hoy existen motivos locales y globales para reforzar el proceso de cambios y de mejoras, continuando con el compromiso de atender a los desafíos del desarrollo sostenible, sin descuidar ninguna de sus dimensiones: la social, la económica y la ambiental.