INDICE

Julio 2022  

Número 180


PANEL 
INTRODUCTORIO

 

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Geopolítica de los alimentos en momento de crisis global

Olivier Antoine, Fernando Vilella, Gabriel Delgado y 
Marcelo Elizondo

En el primer bloque se analizó la geopolítica de alimentos en momentos de crisis global y los impactos a mediano y largo plazo. 
El Dr. Gabriel Delgado destacó los cambios que trajo aparejados la pandemia en el mundo, a los que se suman hoy los acontecimientos bélicos en Ucrania y Rusia. “Hay que ver cómo se reconfigura el nuevo esquema de poder y la nueva geopolítica”, expresó, destacando, en este sentido, la calidad de los disertantes. “Hemos dado un toque de integración en esta edición del Sur al Mundo con el cono sur de América y creo que, además, se corresponde con lo  que tenemos que hacer con Brasil”, dijo Delgado. Así, consideró que ponerse de acuerdo con Brasil implica un consenso más simple con Uruguay y Paraguay. “Siempre que eso ocurre el norte de nuestro continente escucha más” -aclaró- “y así se sumarían otros países y el Caribe”. En este sentido, destacó que debe ser aprovechada la fuerza presente a nivel hemisférico. “Nos ven como los grandes productores de alimentos del mundo, como actores muy relevantes en el campo de juego de las proteínas, tanto vegetales como animales, y creo que poder integrarnos cada vez más nos hará más fuertes para negociar, no sólo lo vinculado a sistemas alimentarios sostenibles, sino a otros sectores muy estratégicos para nuestros países”. Delgado destacó la necesidad de seguir fortaleciendo y mejorando nuestros sistemas agroalimentarios sostenibles (o su sostenibilidad). “Muchos hablan de oportunidades para el Cono Sur de América y efectivamente creo que desde algunos puntos de vista es así” - agregó como última           reflexión- “pero también considero que esto es una enorme responsabilidad porque hay que producir alimentos, tratar de mantener la paz -la comida es paz- y de dar respuesta al incremento de oferta que el mundo puede requerir por este conflicto bélico. 
Esa responsabilidad puede traducirse en una oportunidad. Pero creo que dialogando junto a nuestros países hermanos es como podemos hacernos mucho más fuertes y así encontrar el errático camino de prosperidad que tenemos en nuestro país”.

Fernando Vilella, por su parte, consideró que las oportunidades están pero las describió como “oportunidades con responsabilidad y con deberes por hacer. En este sentido, sostuvo que “hay que dialogar y encontrar consensos no solamente a nivel nacional sino también internacional. Debemos ser parte de la solución de la seguridad alimentaria, de la paz y de la generación de oportunidades de desarrollo para el conjunto de los territorios entre los países acoplados en una visión de cuidado del ambiente, del cuidado de la gente pero también del cuidado de los productores”. 


                    
Olivier Antoine
Investigador en el Instituto Francés de Geopolítica

“Si bien en los últimos años hemos hablado de la geopolítica de los alimentos y hemos analizado distintos escenarios conflictivos poniendo el énfasis en el papel eminentemente geopolítico de la agricultura y la alimentación, estábamos en muchas ocasiones hablando de conflictos pasados o tratando de analizar o anticipar algunas situaciones, pero deseando que no pasaran esas terribles tragedias. Sin embargo, hoy estamos en plena tragedia”, expuso Olivier Antoine. 

El francés consideró la invasión de Rusia a Ucrania como “una gran tragedia humana” que traerá consecuencias desastrosas para el sector agroalimentaria en los próximos meses, y también durante los 2 ó 3 próximos años. “Previo a la guerra ya estábamos saliendo de la pandemia post Covid-19,  que había puesto en relieve la fragilidad de los sistemas alimentarios mundiales”, opinó. “El retorno a la ´actividad normal´ había disparado una suba de precios de los alimentos, de las materias primas, de los precios energéticos y de los fertilizantes.  Ya la FAO y las organizaciones internacionales estaban mirando esos aumentos con bastante preocupación y de repente se produjo la invasión de Rusia a Ucrania”, consideró. 

Antoine explicó que para analizar la consecuencia directa de esta invasión debíamos retrotraernos algunos años atrás. “Si bien había una tensión por el Covid-19 y ahora se disparó esa tensión a ciertos escenarios que suponemos serán muy trágicos, es importante tener en mente que no es la primera vez que las consecuencias de alguna estrategia de guerra o alguna toma de decisión -más que nada acerca del trigo- tiene grandes consecuencias geopolíticas” sostuvo. 
El francés destacó que fue recién en los últimos 20 cuando los asuntos relativos a la agricultura y la alimentación cobraron relevancia en los acuerdos internacionales entre países.  “Ya en 2007, cuando hubo una fuerte suba de precios de los alimentos, vimos algunas revueltas del hambre en el mundo y ahí nos dimos cuenta de que el alimento es “el alimento de la paz”. 

“Es decir que, sin alimentación los pueblos se rebelan, eso fue como una primera señal”, disparó. “La segunda señal muy fuerte y vinculado con la actualidad fue la primavera árabe”, agregó. Antoine consideró que las revoluciones árabes de 2011 se dispararon a raíz de una fuerte suba del precio del trigo, de una faltante de trigo en los mercados internacionales y que, en algunos países como Egipto,  Siria y Libia se sumó a un clima de protesta social y política que ya era muy tenso. “Hoy en día la invasión de Rusia a Ucrania pone en peligro directo esas mismas regiones de las primaveras árabes”, sostuvo. “A eso se suman el Medio Oriente, Asia Central y algunos países del Sudeste Asiático que dependen de las exportaciones de trigo de Rusia y de Ucrania”. 

El francés consideró que este conflicto tuvo una consecuencia muy directa en la interrupción de las exportaciones de trigo. “Estamos hablando de 750 millones de personas dependientes y cuya tasa de dependencia de importaciones de trigo de Rusia y Ucrania supera el 50 % - aclaró- no hay forma para ellos de compensarlo con una producción interna ni tampoco los países pueden salir a comprar de un día para el otro porque no hay oferta en cantidad suficiente”. 

En este sentido, aclaró que ya no se trata de tres o cuatro países, sino de 27 países cuya tasa de dependencia es del  50 % en cuanto a importaciones de trigo. “Si cambiamos el cursor y lo llevamos hasta el 30 % tendríamos más de 1300 millones de personas que tendrán una dependencia al trigo ucraniano y ruso”, agregó. “Un ejemplo muy claro es Egipto, que en los últimos años importó  24 millones de toneladas de trigo (el 60% procedente de Rusia y el 30 % procedente de Ucrania)  y que subvencionó las compras de harina en el último año por 5 a 6  mil millones de dólares”, explicó.

Olivier consideró que otro de los elementos a destacar de esta guerra, “además del impacto a muy corto plazo en las exportaciones, y que podría provocar una gran disrupción en los próximos meses”, es qué sucederá con las tierras productivas de Ucrania que están en el medio de ese campo de guerra, ya que hay muchos campos minados u ocupados con tanques y gran parte de la mano de obra está defendiendo su bandera. 

“Hoy no podemos medir bien las consecuencias y, aun esperando que encuentren un rápido acuerdo de paz, la situación productiva de Ucrania se va a deteriorar mucho en los dos o tres próximos años - opinó, para agregar que- también hay que considerar qué pasará con Rusia y sus exportaciones y cómo tramitarán la posibilidad de exportar por el mar Negro que ahora está totalmente minado”.  

Así, el francés dijo que “al tratarse de un sistema global, algunos países pueden aprovecharse de esta situación tratando de compensar los         faltantes del mercado”.  
Así confirmó que India se está posicionando como un posible gran exportador de trigo para esa compensación además de haber declarado que haría todos los esfuerzos posibles para exportar los millones de toneladas de trigo que están faltando en el mercado. 

“Otro país que me parece importante mencionar es la Argentina, que en los últimos años ha hecho un gran esfuerzo para volver a ser un exportador de trigo y un jugador de primer nivel -consideró- y la gran pregunta es qué hará la Argentina”.

En este sentido, consideró que “la visión de la Unión Europea con Francia a la cabeza (que es un exportador importante de trigo), es tratar de retomar mercados que fueron captados por Rusia en los últimos años, más todos los países del norte de África que eran históricamente países con una tradición de compra a Francia como el caso de Argelia”. 

Olivier sostuvo que, debido a la historia conflictiva con Argelia, “podría haber una suerte de oportunidad de apertura para los países terceros a ese comercio y un país como Argentina podría estar jugando un papel determinante”. 
Para finalizar señaló que “esta tragedia nos pone una vez más frente a los ojos el papel geopolítico de la agricultura y alimentación del que tanto hemos hablado en los últimos años, y que ahora lo estamos viviendo a fondo y por unos años más por delante”.  


Marcelo Elizondo
Analista y Consultor en Negocios Internacionales


Elizondo destacó que el mundo se encuentra viviendo un proceso de   cambio muy profundo, que comenzó antes de la invasión de Rusia sobre Ucrania. “Este hecho de alto impacto, que en realidad se genera como parte de un proceso que seguirá (como decía Olivier) generando impactos en adelante - sostuvo- “es un componente más de un momento de enormes disrupciones para la economía mundial y, en particular, para la producción y comercialización de alimentos”. 
En este sentido, consideró que “así como fue la pandemia del Covid-19 y después la invasión de Rusia a Ucrania con sus efectos posteriores, el mundo viene generando una serie de cambios muy marcados que me gusta calificar como un proceso de cinco grandes tendencias, exacerbadas en estos tiempos que estamos viviendo”. Elizondo desarrolló que la primera tendencia es la influencia de la geopolítica en los negocios. “No solamente la enorme incidencia que tendrá en la producción y comercialización de alimentos en todo el planeta, sino todo el impacto en la logística, en la producción y en el transporte posteriores”, disparó. “Incluso, en adelante, veremos cómo se desarrollan los procesos de negociación, cómo quedan las nuevas alianzas y cómo impacta esto en el comercio entre los países”, agregó. 

El especialista planteó varios interrogantes. “¿Estamos ante una instancia en la cual el comercio estará influido por clubes de amigos de países según valores?, ¿según estándares? ¿según requisitos o posicionamientos geopolíticos?”. Al respecto consideró que “eso podría ocurrir en adelante, por ejemplo, para la energía, pero también para los alimentos u otro tipo de productos”. Si bien Elizondo consideró que la economía global “no puede desglobalizarse”, admitió que la geopolítica está interfiriendo mucho.  Así, consideró que “esto no ocurre solo en ocasión de la invasión de Rusia en Ucrania, ya venía ocurriendo desde antes”. 

En este sentido, puso como ejemplo los problemas que tuvieron las agroexportaciones australianas para ingresar en China como consecuencia de la solicitud de Australia de investigaciones por el origen del Covid-19 y también en el Brexit. “Tiene detrás procesos estratégicos de un Reino Unido más vinculado a países emergentes y sobre todo asiáticos, y menos vinculados al continente europeo”, consideró al respecto, y mencionó otros ejemplos más de posicionamientos geopolíticos. 

Elizondo destacó la importancia que ya tenía la geopolítica y opinó que es un dato que  deberá considerarse a futuro cuando se analicen mercados, tendencias y participación en cadenas. “¿Pasará la geopolítica a ser un relevante componente que definirá entre quienes se comercia? ¿o qué países deciden ser socios? ¿y donde lo político prevalezca sobre condiciones meramente productivas o comerciales?” 

Esto resulta también un desafío, sobre todo para la Argentina que no tiene una estrategia geopolítica definida y no suele tomar posiciones contundentes en términos de alineamiento”, opinó. 

“La segunda tendencia es la enorme revolución tecnológica a la cual el mundo está asistiendo, una revolución tecnológica que modifica procesos de producción, que modifica modelos de organización de los factores que modifican incluso a través de lo que se conoce como ´la economía de los intangibles´ la calificación de los productos”, se explayó Elizondo. “Pensemos en las certificaciones de calidad, en los mecanismos de ecosistemas productivos entre empresas que innovando modifican sustancialmente los procesos productivos, la revolución tecnológica especialmente apoyada en la economía del conocimiento que consiste en el saber aplicado, en el know-how, la ingeniería, la propiedad intelectual, etc”. 

El desarrollo del conocimiento incorporado a los procesos de la producción termina siendo el principal motor por encima de los bienes físicos convencionales: la tierra las máquinas, los stocks acumulados o incluso por encima del clima. En este sentido consideró que la revolución tecnológica ha pasado a ser un componente muy relevante y que probablemente influya cada vez más.
“Un tercer gran título para estas tendencias, que se vincula con el anterior, es que estamos en una economía en la cual el liderazgo productivo y especialmente los agroalimentos ya no están en manos de los países sino en manos de las empresas. Son las empresas las que ahora corren el horizonte y mueven las barreras de lo posible” disparó Elizondo. 

En este sentido, aclaró que si bien hasta hace algunos años era la política la que generaba los grandes escenarios, hoy son las empresas las que generan las disrupciones tecnológicas. “Luego las políticas vienen a regular lo que ya antes han desarrollado las empresas”, dijo. “Son grandes empresas globales multinacionales que además no actúan solas sino que generan alianzas, redes productivas o ´ecosistemas´ pero eco por económico y no por ecológico”, agregó. “Son  sistemas de empresas que se asocian y hay ´coopetencia´,  empresas que compiten pero que operan y terminan definiendo un escenario de enorme modificación de las condiciones productivas y comerciales para todos, pero en particular para los agroalimentos”. 
En este sentido opinó que “para un país como la Argentina, que combina las bondades naturales con el desarrollo tecnológico, esto implica la       necesidad de tener empresas de escala global que mejoren su capacidad productiva”. 

Para Elizondo nuestro país tiene un enorme potencial, “pero necesita agregar a esa capacidad de generar productos la capacidad de tener empresas con condición suficiente desde del punto de vista cualitativo para operar en este nuevo escenario”. 

En cuanto a la cuarta tendencia, consideró que “se debe destacar ´la irrupción de las condiciones cualitativas´ como un componente crítico en la producción y comercialización de alimentos. Condiciones cualitativas en general y en primer lugar los estándares”. En este sentido, expuso que el mundo exigirá más cada vez estándares ambientales, sanitarios y de seguridad. “Incluso estándares probablemente vinculados con lo geopolítico, como por ejemplo condiciones para producir, comerciar y trabajar”, dijo. “La influencia de estándares ya ocurre en las negociaciones económicas, como en el caso de la negociación entre el Mercosur y la Unión Europea, donde lo ambiental aparece como requisito”, agregó.  
“Hoy también influyen en las negociaciones económicas el respeto a los     derechos de los trabajadores y a los   derechos de las minorías”. 

Y este escenario geopolítico que se agravó luego de la invasión rusa en Ucrania, seguramente comience de aquí en adelante a incorporar condiciones institucionales en las alianzas entre los países”, sostuvo. “Además están los estándares de enorme significación que las propias grandes empresas mundiales ponen en relación con sus proveedores”, remató.  

En cuanto al quinto requisito del conjunto de tendencias que ya imperaba y se agravó durante la pandemia primero y con la invasión rusa en Ucrania después, destacó que “vivimos en un mundo de cambio, de enorme volatilidad:  volatilidad en precios, volatilidad en cotizaciones y también volatilidad en oferta”. Así, Elizondo opinó que de aquí en adelante probablemente debamos comenzar a concebir toda la producción agroalimenticia como parte de un sistema mucho mayor denominó como “sistema agrocentrado”.  

Y llamó a pensar en  la economía argentina,  a la que consideró como “una economía agrocentrada, en la cual para el desarrollo agroproductivo o alimenticio productivo, es necesario considerar la generación de nuevas tecnologías de la información, de software productivo, la ingeniería del sector automotriz -sobre toda la producción de pickups altamente dependiente- la logística del transporte y el financiamiento”. 

El especialista explicó que existe una enorme cantidad de sectores que desde el punto de vista de la antigua calificación de la economía en industrias no forman parte del sistema agroalimenticio, pero que en realidad sí lo son crecientemente. “Hay una gran cantidad de sectores que antes no pertenecían a un mismo negocio y que ahora sí son parte de este, y en los que la innovación termina siendo de enorme relevancia”, aseguró. “Probablemente tengamos que prepararnos de manera cada vez más activa a cambios de las condiciones productivas, por lo menos en estos cinco grandes títulos y quizás en algunos más”, reflexionó. 

Para Elizondo, la pregunta de aquí en adelante es cómo influirá todo esto en la capacidad productiva, en el desarrollo de la oferta internacional y en el funcionamiento de la globalización. “El mundo no puede volver al localismo nacionalista porque hay tres grandes exigencias que siguen requiriendo internacionalidad”, consideró. “En primer lugar la demanda, que es global. El mundo no puede funcionar, y mucho menos en lo alimenticio, si no hay internacionalidad o escala más allá de los países. En segundo lugar, las exigencias tecnológicas exigen que el conocimiento participe de procesos de producción y comercialización vinculados con el conocimiento”. 
Finalmente, planteó que, en tercer lugar, y como consecuencia de esto, la producción requiere empresas globales, “de modo que la internacionalidad productiva no puede detenerse”. Así opinó que “quizás empiece a estar más interferida o condicionada en adelante por estas cinco grandes tendencias”, para agregar que “mi sensación es que la producción de alimentos está avanzando incluso hacia procesos de innovación no solamente estrictamente referidos a la producción material sino a la gestión del proceso productivo, comercial y a la organización”. 

En ese sentido, Elizondo consideró como muy relevante la aparición incipiente de algo que podría ser segunda cara de una moneda. “Hoy el mundo tiene una moneda que hay que considerar de dos caras – declaró-  la primera cara es que el poder político está en crisis, y era el que antes generaba los grandes espacios de contención para ordenar los procesos.  
La segunda cara de esa moneda es que están apareciendo en el mundo lo que llamo ´espacios públicos no estatales´, que son alianzas de actores que van generando coaliciones y que se valen de la tecnología para generar espacios públicos y resolver problemas públicos colectivos pero que no dependen del poder político”. Así opinó que “sin dudas las nuevas tecnologías, por ejemplo, blockchain, empezarán a generar algún auxilio en esa materia”. Y agregó: “pensemos en blockchain ayudándonos a certificar estándar de calidad, a ofrecer información y a garantizar instrumentos de trazabilidad por encima de los sellos oficiales. 

Pensemos en una enorme cantidad de alianzas que están ocurriendo en el planeta más allá del amparo político para ir abordando este tipo de problemáticas que hacen que el poder político no pueda generar un dinamismo adecuado, precisamente porque por primera vez en la historia mundial, la revolución tecnológica está superando la capacidad del poder político de reaccionar a tiempo”. Elizondo consideró que nos encontramos en un proceso de enorme cambio. “La oferta alimentaria es un requisito prioritario para el mundo, y hay países como Argentina que se encuentra entre los principales proveedores mundiales”, concluyó. “Esto constituye un enorme desafío del cual saldremos de manera exitosa si hacemos lo que hay que hacer”.