INDICE

Julio 2022  

Número 180


PANEL 1

Compartir en:

Impacto de la pandemia y el conflicto bélico europeo

Gustavo Idígoras, Agustín Tejeda y Manuel Otero

“Si bien ya se estaban dando situaciones y cambios profundos en el orden global en general -sostuvo Agustín Tejeda Rodríguez moderador del segundo panel- los últimos dos cisnes negros, como la pandemia y el conflicto    bélico, causaron un profundo impacto sobre los mercados agroalimentarios y agroindustriales”. 

En este sentido, deslizó el posible surgimiento de “un nuevo orden mundial con consecuencias sobre la agenda y la geopolítica de los alimentos”. Tejeda Rodríguez consideró que todos estos cambios obligan a repensar el rol de la región en el comercio internacional y de Argentina en particular. “Despiertan muchos interrogantes en relación a cuáles son los efectos sobre los flujos comerciales y las negociaciones, las instituciones del comercio mundial y qué consecuencias trae esto sobre la forma en la que consumimos producimos, o comerciamos, además de los desafíos que enfrenta el mundo y la región en particular”. 


Méd. Vet. Manuel Otero
Director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, IICA. 


“Como ya se señaló previamente, hay una yuxtaposición de crisis”, disparó Otero. “Todavía no recuperados de la crisis provocada por la pandemia que generó un retroceso en el producto interno bruto regional del orden del  7 % y, agravada por la crisis ambiental que tampoco se ha disipado y que la sufrimos en los países del Mercosur, ahora nos enfrentamos a este conflicto bélico”, opinó. 

El Director del IICA destacó cómo la invasión de Rusia a Ucrania puso en evidencia el lugar de estos dos países como actores relevantes de la producción y el comercio agrícola mundial, con estadísticas conocidas en el ámbito de las exportaciones de trigo, maíz, semillas y aceite de girasol y cebada. 

“Es un tema clave el rol de Rusia en los temas energéticos y en el abastecimiento de fertilizantes -aseguró- sin perder de vista la cuestión de los metales, como el níquel y otros que resultan clave para el desarrollo tecnológico mundial”. 

En este escenario, agregó que “si bien Rusia destina el 0,4% de las exportaciones agroalimentarias a América latina y el Caribe, importa un 15.4% y, en el caso de Ucrania, la cifra es mucho menor”.  Para Otero se podría pensar que no hay razones suficientes para estar muy preocupados, pero aclaró que “si consideramos que el 20 % de las ventas del banano ecuatoriano van a Rusia o países como Paraguay o Colombia, cuyo principal destino de las exportaciones de carne de res congelada es Rusia, o Uruguay que exporta manteca, hay entonces varios países que están siendo afectados en su condición de exportadores”. 

En cuanto a los países importadores de alimentos en nuestro continente, Otero sostuvo que debemos considerar a Nicaragua, “que tiene una fuerte dependencia en cuanto a provisión de alimentos de Rusia”; o a El Salvador, “que importa el 70 % de sus alimentos”, o a los países que están por  fuera del Caribe Oriental, “que estaban importando alimentos por 8.000 millones de dólares cada año”. 

El Director de IICA agregó que otro tema a considerar es la oferta global de fertilizantes y el aumento de los precios. “Existe una fuerte dependencia de Brasil por la importación de fertilizantes, sobre todo de Rusia y de Bielorrusia, y en materia de fertilizantes nitrogenados, hay una gran dependencia por parte de algunos países andinos como Perú y Ecuador, y de países centroamericanos, como es el caso de Costa Rica – declaró- en donde existe mucha preocupación dado que aplica más o menos unos 650 kilos por hectárea de fertilizante por tierra arable”. Otero concluyó en que “tendremos que producir más con menos”. 

Asimismo, destacó la necesidad de enfatizar la importancia de la agricultura de precisión “porque tendremos que producir de un modo diferente”. En este sentido opinó que “habrá que tomar decisiones que dependerán, en muchos casos, del sistema de producción o de las tecnologías empleadas”. 

Para Otero, la seguridad alimentaria está al tope de la agenda mundial. “Desde América debemos tener en claro que esto es así”, dijo. “Sabemos que la agricultura es un instrumento para la paz y para la consolidación de los sistemas democráticos y creo que será un tema importante de discusión en la próxima Cumbre de las Américas”. 

El especialista expuso que el IICA está dispuesto a monitorear qué está sucediendo, y las diferentes medidas que fue tomando cada país. “Hemos lanzado un Observatorio de Políticas para los Sistemas agroalimentarios porque nos parece que hay que hacer mucho seguimiento y pasar del diálogo a la acción”, disparó.  

“El compromiso del lICA a partir de la voluntad política renovada que existe en nuestro continente es de repensar mucho los temas del comercio intrabloque”, (aseguró. Y agregó que “duele la cifra del 14.1 %, que es lo que destinamos de nuestras exportaciones al comercio al interior del continente, sobre todo cuando lo comparamos con el comercio intrabloque en Unión  Europea o en el NAFTA”. Para Otero es el momento de replantear las estrategias de ciencia e innovación. “Eso es lo que nos hará países fuertes” -sostuvo- con construcción de futuro. Y sabemos que en Argentina es fundamental apostar a los sistemas nacionales de innovación y a vincularse con los sistemas globales de ciencia e innovación”. 

El director de IICA destacó la necesidad de una nueva generación de políticas públicas, sobre todo para la agricultura familiar. “En el continente hay 16,5 millones de agricultores familiares- aseguró- y esperemos que por esta ola que se generará de producir más para aumentar la oferta de alimentos, no queden en el camino más agricultores familiares”. En este sentido, consideró que “hacen falta más y mejores políticas y, sobre todo, mucho cooperativismo y asociativismo para enfrentar todos juntos esta crisis a nivel de los países y a nivel regional”. 

Finalmente, concluyó considerando que la crisis es la gran oportunidad para seguir transformando nuestros sistemas agroalimentarios bajo el principio de que no podemos volver linealmente al pasado. “Tenemos que reconstruir mejor y repensar mucho las estrategias para aprovechar las señales positivas que generan estas crisis para nuestro continente, que es garante de la seguridad alimentaria y nutricional del planeta y de su sostenibilidad ambiental”, aseguró.  



Lic. Gustavo Idígoras
Presidente de CIARA (Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina) y del Centro de Exportadores de Cereales y Oleaginosas de la República Argentina.

“Voy a tratar de complementar algunos conceptos desde un país con visión exportadora en el contexto internacional local y regional actual”, anunció Idígoras. El presidente de CIARA consideró que previo a la guerra, ya existían varios inconvenientes. 
“La pandemia fue la variable novedosa que generó inconvenientes en flujos, en rupturas de cadenas globales de valor, problemas de oferta y logística e incremento sustancial de costos y retrasos en el comercio exterior”, expuso. 
“Además, la variable climática tradicional que tenemos en nuestros sistemas productivos venía impactando con sequías reiteradas en las zonas de producción, sobre todo de la región Mercosur, con un efecto no solamente local sino también internacional”, disparó. Y agregó que “a esto se suma este cisne negro que genera un impacto fenomenal”. 

En este sentido, aclaró que ya no hay que hablar solamente de los problemas de los alimentos sino también de los problemas energéticos, que considera tienen un impacto mayor en toda la economía internacional, pero también en los sistemas productivos. “Pensemos que estos países brindan cerca del 11 % del petróleo del mundo, el 20 % de gas, el 17 % de los fertilizantes y de un día para el otro desapareció ese volumen”, desarrolló. “Por otro lado, desapareció como oferta cerca del 30 % del trigo del mundo, el 20% del maíz y el 78 % del aceite de girasol”.  Así, consideró que la guerra no solamente implica un conflicto en términos de energía sino también en términos de suministros. “Por eso es que estamos experimentando un proceso inflacionario mundial”, explicó. Para agregar que si bien en nuestro país ya teníamos una inflación estructural instalada y creciente “el mundo está viviendo niveles inflacionarios que nunca había vivido y eso sí impacta normalmente en los sistemas productivos, no solamente por el valor de los productos sino por el valor de los insumos y por el costo incremental de la logística”. 

En este sentido sostuvo que “genera desbalances, desequilibrios y quebrantos en empresas y también problemas en materia de consumidores”. Y además que ese tipo de problemas “genera la tentación natural de los gobiernos a la intervención para corregir este problema del mercado”, pero que muchas veces con intervención se fomenta o promueve un crecimiento mayor de los problemas. 

“Hoy estamos viviendo un conflicto bélico con consecuencias globales desde lo energético y lo alimentario – declaró- que tiene distintas variables de impacto pero que claramente está configurando un sistema global alimentario con condiciones diferentes para al menos los próximos dos a tres años. En primer lugar, con una condición novedosa que es la variable bélica como una variable más de riesgo a nivel de producción y comercialización de alimentos, una variable que desde la segunda guerra mundial no había estado sobre la mesa”. 

En este escenario brindó dos ejemplos concretos. “A nivel de demandas de nuevos compradores nosotros recibíamos en general entre 5 y 10 nuevas demandas por semana de trigo, maíz, aceite de girasol y algunos otros productos. Hoy recibimos entre 30 y 50 demandas diarias adicionales de nuevos importadores, particularmente en todo el mercado abastecido tradicionalmente por Ucrania y Rusia, como el sur de Europa, norte de África y Medio Oriente. Pero también desde el Sudeste Asiático o la India, por ejemplo, que es gran comprador de aceites y que hoy tiene un impacto fenomenal en su inflación ante esa escasez”. 

Idígoras comentó que  también reciben muchas preguntas  no solamente en materia de oferta de corto plazo de Argentina sino muchas consultas sobre la capacidad de crecimiento productivo: “qué capacidad tiene Argentina para invertir y producir los próximos años ya que estamos en una región de América del sur sin conflictos bélicos”. 

En este sentido destacó la revalorización actual del Mercosur como proveedor de alimentos. “Esto es una oportunidad a tener en cuenta que debería ir de la mano de una política agroindustrial sostenida de mediano y largo plazo, consensuada con los países de la región, con asistencia y cooperación de organismos como el caso del IICA y también de otros organismos multilaterales de crédito como el del BID o el Banco Mundial -opinó-para desarrollar también no solamente una estrategia productiva sino una estrategia de crecimiento logístico”. 

Idígoras explicó que “la ruptura de las cadenas globales de valor implica básicamente una ruptura de las cadenas logísticas”. Así, “cualquiera que quiera buscar no solamente un alimento de otro país no lo solo no lo recibirá en tiempo, sino tampoco recibirá ni los insumos ni los bienes tecnológicos y, probablemente hasta carezca de repuestos para poder arreglarlos”. En este sentido, destacó el nuevo posicionamiento de crecimiento de la región y aseguró que “el crecimiento se dará en un nuevo contexto, no solo el contexto de una visión de productividad sino, a mi entender, en el contexto de tres tipos de seguridad”. Así, describió a la seguridad alimentaria como un tema central, pero también consideró a la seguridad energética y la seguridad ambiental como temas prioritarios. “Las tres tienen que ir indefectiblemente de la mano- opinó- por lo tanto, como región, se deberían replantear políticas agroindustriales energéticas y ambientales únicas”. 

El especialista se refirió a los avances en temas energéticos. “Estamos viendo como el mundo busca una nueva fuente de energía que ya venía desarrollando debido al replanteo del cambio climático y de los compromisos internacionales asumidos, pero habrá  una aceleración -aseguró- entonces tenemos que ver qué materias primas tenemos en demasía que podamos transformar en oferta energética con menos impacto ambiental”. 

Finalmente, Idígoras desarrolló un último tema, el punto relativo de cómo lograr acceso a mercados. “El acceso al mercado tradicional que teníamos, que era a través de negociaciones, sobre todo multilaterales, con reglas de juego multilaterales, a mi entender no solamente está congelado -opinó- sino probablemente quede archivado por varias décadas”. Así, consideró que “estamos viendo lentamente una recuperación del histórico bilateralismo, o si se quiere regionalismo complejo en términos de relaciones bilaterales entre países o entre subregiones con países determinados, donde las condiciones de acceso al mercado van a hacer exclusivas, sin tener en cuenta necesariamente reglas multilaterales”. 

El especialista aseguró que es entonces donde las tres seguridades serán valorizadas. “Si la región y las subregiones están en condiciones de brindar seguridad alimentaria, seguridad energética y seguridad ambiental en los productos y en los bienes y servicios que podamos desarrollar, probablemente tengamos una oportunidad de crecimiento, desarrollo e inserción”, disparó. “Tenemos enormes desafíos, tenemos más desafíos que amenazas en nuestra región pero tenemos que saber de qué manera poder administrarlas a través de políticas agroindustriales bioenergéticas y ambientales que vayan de la mano”, concluyó.