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Julio 2022  

Número 180


PANEL 2

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Efectos del conflicto bélico en la geopolítica

Martin Piñeiro, Jorge Lapeña y Roberto Rodrigues
 

» Efectos en la geopolítica latinoamericana
» Efectos en la geopolítica energética
» Efectos en la geopolítica de los alimentos
 


Dr. Martín Piñeiro
Director del Comité de Agricultura en el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI).

Martín Piñeiro se refirió a la situación crítica que vive hoy el mundo con la invasión de Rusia a Ucrania y señaló la necesidad de plantearse si la guerra terminará rápido o si debemos, por el contrario, prepararnos para un conflicto de cierta duración. “Lo que dicen los expertos en cuestiones militares es que va a durar  – aseguró- y seguramente en distintas formas”. En sentido, consideró que debemos prepararnos para una crisis internacional de bastante magnitud. “No sabemos cómo ni en qué forma, pero durará algunos años y ya tiene un impacto tremendo provocando un desequilibrio en los asuntos internacionales”, opinó. 

El director del CARI aclaró que se concentraría en el impacto sobre los alimentos, o sobre la geopolítica y los alimentos, con comentarios sobre cuatro puntos específicos.  Primero realizó una pequeña descripción con algunas cifras “para los que no siguen el tema”. 

En segundo lugar, mencionó los impactos de la guerra sobre el sistema alimentario global y en tercero, habló sobre la geopolítica. Por último, desarrolló que tendría que hacer América del Sur frente a este escenario con respecto a los alimentos.

Para Piñeiro el conflicto bélico sacó a Rusia y Ucrania del mercado de los alimentos “no sólo por la guerra y las consecuencias directas, sino por la destrucción del sistema de logística y por las sanciones económicas que impusieron los países desarrollados”. 

En este contexto explicó que los países en conflicto son importantes exportadores de tres productos. “En el caso del trigo, del 28% del comercio internacional; en el caso del maíz, del 19 % y, en el caso del aceite de girasol, del 78 % -desarrolló- en esos tres productos son actores sumamente importantes”. Agregó que, además, la mayor parte de las exportaciones se hacen a países pobres en desarrollo del África y del Medio Oriente. “No exportan por tanto a China ni a los países ricos del Este o a los países del Occidente- declaró- por lo tanto, el impacto de esta disminución de la oferta ha desacomodado los mercados internos de muchos países pobres”. 
Piñeiro consideró que “si bien la guerra tiene un impacto importante sobre la inseguridad alimentaria directa de los socios comerciales actuales de Rusia y Ucrania, también ha tenido una consecuencia directa sobre los precios internacionales, que han subieron alrededor del 80 % en los tres productos mencionados”. Así, aclaró que, si bien se trata de un problema que atañe con mayor fuerza a tres productos importantes, “hubo un efecto arrastre sobre otros productos que funcionan como sustitutos y, por lo tanto, todos los alimentos tuvieron en cierta medida subas”. 

Asimismo, agregó que, además de la energía, Rusia y Ucrania son importantes exportadores de fertilizantes. “Participan con el 15 % de los fertilizantes nitrogenados y el 17 % de los potásicos en el comercio internacional – declaró- y, por lo tanto, el precio internacional de los fertilizantes aumentó también entre 60 y 80%, lo que genera una gran tensión en todos los países productores que usan fertilizantes y en casi todas las producciones”.

Piñeiro desarrolló las consecuencias de esta situación. “Se genera una gran inseguridad alimentaria en todos los países importadores -declaró- no sólo los que son socios comerciales directos sino también en todo el mundo, porque aumenta de manera sustantiva el precio de los alimentos importados y se genera una inseguridad con respecto al aprovisionamiento”.

El especialista opinó que la situación mencionada genera una vuelta a políticas proteccionistas, “en el sentido de políticas que tiendan a la autosuficiencia alimentaria, que es una política costosa a nivel internacional; porque los países importadores pueden producir un poco más pero a altos costos y generar una disrupción generalizada en el comercio”. 
Y agregó que “también se produce un debilitamiento del multilateralismo y una nueva tendencia hacia el comercio bilateral”. Piñeiro confirmó que la Argentina recibe hoy muchos mensajes y comunicaciones de países que no son socios comerciales tradicionales, pero que consultan el stock o cuánto se les puede vender y a qué precio. “Es decir, aparecen nuevos compradores que buscan acuerdos bilaterales y, a mi juicio, aunque esto todavía no esté muy manifestado, estos acuerdos bilaterales que lleven a un comercio administrado, afectarán de manera directa a todos los acuerdos multilaterales, por ejemplo lo  que se rige en el contexto de la OMC”. 

Así explicó que, en el caso de los exportadores, comienza a darse una reestructuración del sistema productivo ya que “habrá que empezar a producir con menos fertilizantes y probablemente de una manera un poco más extensiva”.  

El especialista consideró que esta situación “les da ventajas comparativas a países como la Argentina, que usan relativamente poco fertilizante, y afecta negativamente a Brasil y a muchos otros países del mundo donde la agricultura está muy basada en el agua de riego, que será afectada por el tema de la energía y en los fertilizantes”. Y aclaró que las ventajas comparativas de los productores irán cambiando. “Algunos serán favorecidos y la gran mayoría estarán penalizados. Por lo tanto, habrá importantes cambios en los flujos comerciales y en quiénes son socios comerciales; existirán nuevos acuerdos y socios comerciales en el área de los alimentos”. 

Piñeiro sostuvo que los alimentos volverán a estar en el centro de la geopolítica mundial. “Por parte de los países importadores, por la inestabilidad y el impacto que tiene esta crisis sobre la inseguridad alimentaria y la necesidad de buscar nuevos acuerdos comerciales que les aseguren el abastecimiento- desarrolló- y desde el punto de vista de los países exportadores netos, porque tienen que repensar su estructura productiva, su política interna, para facilitar la reorganización necesaria y la incorporación tecnológica. Tienen que salir a buscar nuevos socios comerciales para sustituir a los antiguos”. 

Para el director del CARI, el nuevo reacomodamiento del sistema productivo y del comercio agroalimentario se dará dentro de un contexto geopolítico global muy complejo y cambiante. “Se están perfilando dos mundos -especificó- el mundo occidental, que es el hemisferio americano, esencialmente América del Norte, Europa y Australia, frente a otro grupo de países cuyos gobiernos no son sistemas democráticos republicanos”. 

Así consideró que lo que se conforma es “el espectro de dos grandes polos, que generarían algo así como una nueva guerra fría, pero que se da también en el contexto de la emergencia de otros grupos de países que tienen una significación aún algo desconocida”. En este sentido, Piñeiro agregó que “hay muchos signos e incógnitas que están definiendo un nuevo mundo, del cual sabemos relativamente poco, y donde la geopolítica de los alimentos será parte de este”. 

Para concluir, expuso algunas reflexiones específicamente desde la región sur. “El Mercosur es una gran región exportadora de alimentos, es la principal exportadora de las exportaciones netas de alimentos- aseguró- casi el 40%, o sea lo que haga el Mercosur, puede definir la geopolítica de los alimentos a nivel mundial”. 

En términos de política internacional opinó que “es una región irrelevante excepto por los alimentos, uno de los pocos instrumentos que nos permiten cobrar relevancia en el resto del mundo, más aún en este momento de crisis”.  Piñeiro consideró que la región debe salir a posicionarse. “Es tremendamente importante que construyamos rápidamente una estrategia de inserción internacional inteligente, flexible, que se adapte a las nuevas condiciones que se comienzan a definir- disparó- y que, al mismo tiempo, además de esa estrategia de inserción internacional, salgamos a hacer acuerdos comerciales con los potenciales nuevos socios en el comercio agrícola que empiece a manifestar en el futuro”.  En este escenario, consideró que “la situación de inestabilidad que tenemos con el Mercosur es un talón de Aquiles muy importante para esto. Necesitamos repensar qué pasará con el Mercosur y trabajar para que este bloque se reconstruya con capacidad de presencia internacional y de exportaciones internacionales”. 

Finalmente, expuso el ejemplo de Australia, y su actuación en los últimos dos meses. “Recordemos que Australia tenía a China como su principal socio comercial, particularmente en las cuestiones alimentarias. A partir de un conflicto por tema Covid, que no tenía nada que ver con el comercio agrícola, China interrumpió sus importaciones a Australia”, sostuvo. “La reacción de Australia fue la firma, hace algunos días, de un acuerdo bastante ambicioso de comercio agrícola con la India, otro país que en 10 años será un gran importador igual que China”. En este sentido, reflexionó que “la rápida reacción reflejo de Australia, y la velocidad para construir un nuevo ámbito de exportaciones para su comercio agrícola, es un ejemplo maravilloso del tipo de cosas que debiéramos nosotros estar tratando de hacer”. 


Ing. Jorge Lapeña 
Ex secretario de Energía de la República Argentina y actual 
Presidente del Instituto Argentino de Energía General Mosconi

El Ing. Lapeña aclaró que desarrollaría la temática de la guerra y su impacto en el sistema energético, con impacto directo en el funcionamiento económico. “Esta guerra involucra a dos actores muy importantes en el plano energético, que son Rusia y Ucrania, e impacta en una zona como Europa de alto flujo energético- explicó- es decir que la guerra se produce en un nudo energético de importancia mundial”. Luego se preguntó el porqué de esto. “Además de ser el país más grande de la tierra, Rusia es el mayor poseedor de reservas comprobadas de gas natural del mundo – argumentó- lo que Arabia Saudita es en materia petróleo, Rusia lo es en gas”. 

Lapeña destacó que Europa prácticamente no produce energía, siendo un importador neto. “El gas natural es el combustible más importante, junto con el petróleo – agregó- el 40% del gas natural que exporta Rusia a Europa se hace por gasoductos y algunos no están en funcionamiento”. Así opinó que la guerra “además de sus circunstancias trágicas, genera una convulsión energética europea y una convulsión energética mundial”. En este sentido, dijo que no se sabe cuánto durará el conflicto. “Otra incógnita es cuándo y cómo terminará esta guerra. Esto reconfigurará definitivamente las relaciones internacionales y también el sistema energético mundial”, disparó. 

El especialista confirmó que, desde el punto de vista de los precios, se ha quintuplicado el precio del gas natural en el mercado europeo con respecto al año pasado, lo que impacta en el resto de los mercados, al igual que el precio del petróleo. 

En cuanto al posible impacto en la Argentina consideró que “contrariamente a lo que se cree, Argentina no es un país excedentario en gas natural, sino que es un fuerte importador, importa el 25 % de lo que consume y gran parte de esa importación se realiza en invierno, donde ese porcentaje que es 25 % en promedio del año, en esos meses se acerca al 40/45 %”. En este contexto, vislumbró para el resto del año una situación complicada. “Argentina carece de dólares suficientes para pagar importaciones que se quintupliquen en el precio -destacó- y, además, hay un esfuerzo de reducción de subsidios energéticos negociados con el Fondo Monetario Internacional que son medidas para normalizar la economía”. 
Así aseguró que “todo esto me hace pensar que el impacto de la guerra en Argentina tendrá un fuerte impacto en la macroeconomía.  La guerra impacta subiendo los precios mundiales, elevando los precios de importación argentinos y complicando más aún a la economía argentina”.  
En este sentido, sobre el panorama de abastecimiento de Argentina, opinó que “si bien muchos piensan que esta situación de precios altos puede ser una oportunidad para los yacimientos de Vaca Muerta, yo sería cauteloso, porque Argentina tiene recursos no convencionales de una cuantía extraordinaria”. Así, agregó que, si bien se podría decir que son los segundos o terceros recursos del mundo, “esos recursos no están categorizados o inventariados de forma tal que sean posibles de monetizar con seguridad en este momento”. Piñeiro aclaró que “no son reservas comprobadas ni cuantificadas en una exactitud razonable”.  

Para el presidente del Instituto Argentino de Energía General Mosconi, se genera una gran paradoja. “La Argentina no ha hecho estos trabajos de cuantificación de las reservas y tampoco construyó, previo a la crisis, una infraestructura capaz de estar disponible con efectividad de gasoductos, infraestructura de puertos y una infraestructura de plantas de licuefacción de gas para vender – aseguró- entonces nosotros no podemos decirle a Europa que estamos en condiciones de exportar lo que importaban a Rusia”.  

En este sentido, aseguró que “si bien muchos piensan que esto sería una operación rápida y sencilla para implementar y que proveería al país de un caudal de dólares provenientes de esa exportación que podría acomodar a la economía argentina, estamos lejos de que esto pueda ser una realidad tangible”.  

Con respecto al futuro consideró que sería poco probable una vuelta a la situación preexistente.  “A partir de la  asunción del presidente Biden y de ciertas cumbres climáticas que se hicieron el año pasado, el mundo se enfocaba hacia un proceso de transición energética concertada y razonable que preveía llegar al 2050 con una situación de cero emisiones netas de anhídrido carbónico”, explicó. “Esto implica un planeta tierra que larga a la atmósfera la misma cantidad de gases de efecto invernadero que la misma tierra es capaz de absorber – agregó- y, para esto, había que hacer una transición energética que básicamente suponía gradualmente disminuir el consumo de petróleo, gas y carbón y reemplazar esas fuentes de provisión de energía por aquellas energías que no producen gases de efecto invernadero: más energía hidráulica, más energía eólica, más energía solar, más energía nuclear y más biocombustibles, entre otros”. 
Piñeiro consideró que este proceso de transición “está como mínimo postergado por un lustro” y agregó que “este impacto de la guerra es como mínimo una distorsión de esos acuerdos”. Así, consideró que “lo ocurrido estos últimos meses ya nos significan un lucro postergado para ese entendimiento”.  

Así, analizó como un escenario posible que Rusia termine vendiendo menos a Europa y dirigiendo sus gasoductos a abastecer al Asia Pacifico. “Es decir, más venta a China que necesita para la transición, entre otras cosas, cambiar carbón por gas en algunos programas y que es la segunda economía del mundo y puede llegar a ser la primera en cualquier momento - desarrolló- y más exportación también hacia Japón e India, con una Europa más abastecida desde lugares no tradicionales, por ejemplo, por los Estados Unidos”. 

El especialista opinó que “este podría ser un escenario de reconfiguración que moverá todo el tablero, pero todo depende de cómo y cuando termine la guerra”.  


Ing. Agr. Roberto Rodrígues
Coordinador del Centro de Agronegocios de la Fundación Getúlio 
Vargas, ex Ministro de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento  de Brasil 

“La pandemia provocó una respuesta global que se traduce en el tema de la seguridad alimentaria”, aseguró por su parte, el Ing. Agr.Roberto Rodrígues. 

Y consideró que esta problemática “era un tema muy fuerte en Europa durante la posguerra de la segunda guerra mundial, porque muchos países europeos pasaron hambre durante la guerra y, cuando terminó, decidieron que nunca más pasarían hambre”. 

El ingeniero contó que se creó la Política Agrícola Común de la Unión Europea (PAC), “fuertemente basada en subvenciones y apoyo integral a productos europeos, para defenderlos de cualquier tipo de agresión externa que les impidiera progresar”. Agregó que, como resultado, Europa se transformó en un continente exportador de alimentos. “Y nunca más estuvo presente en la región el tema de la seguridad alimentaria hasta que se desató la pandemia, porque muchos países que no eran autosuficientes en alimentación trataron de importar alimentos – declaró- y aquí es fundamental el concepto de seguridad alimentaria”. Así, consideró que no se trata tan solo de dos palabras, sino que constituye “un concepto fantástico en términos sociales y políticos”. 

Rodrígues sostuvo que “un hombre hambriento es un hombre bravo, pero una madre con hijos hambrientos es una revolucionaria y millones de madres con niños hambrientos derrumban gobiernos”. En este sentido, consideró que “es una cuestión de equilibrio social y político de las naciones y por eso los gobiernos de los países que no tienen autosuficiencia completa en alimentos buscaron abastecerse en otros países como consecuencia de la pandemia”.  

Para Rodrígues, el problema es que en los últimos años disminuyó el promedio de los stocks globales y la demanda explotó violentamente como consecuencia de la pandemia. “Como no había oferta suficiente los precios aumentaron y se duplicó en muchos casos el valor de los alimentos -resaltó- generándose inflación global de alimentos muy fuerte, sobre todo para los consumidores de menores ingresos”. Destacó la importancia del rol del IICA para abastecer alimentos a nivel global pero manifestó que “ante la  explosión de la demanda, no había oferta suficiente y los precios se duplicaron”. 

Agregó que “también hubo una gestión de productores y gobiernos de países productores agrícolas para sembrar mayor área, pero sembrar más área implicaba obviamente más fertilizantes, más insumos, más semillas y más máquinas”. En este sentido, declaró que “la pandemia también rompió muchas cadenas de producción, piezas de reposición de máquinas agrícolas, de tractores, de camiones y faltaron también moléculas para fertilizantes y agroquímicos”. El ingeniero consideró que esta ruptura del suplemento de la cadena de insumos se complicó mucho más por otros dos factores. 

“Por un lado, el colapso del sistema de transportes: faltaron buques, camiones y containers y todo el proceso global se tornó bastante complicado porque no había cómo resolver el problema a corto plazo”, desarrolló. “Se sumó a esto el tema de Bielorrusia, un país que tiene una importancia fundamental en suplir fertilizante para el mundo             -agregó- ya que abastece entre 15  y 20 % del potasio del mundo y, con el embargo europeo sobre Bielorrusia esa cantidad de fertilizante está ausente”. Asimismo confirmó que, como consecuencia del conflicto, también se interrumpieron las exportaciones de gas y fertilizantes a Europa. 

“Esta situación repercute en el complejo agroindustrial – disparó- en todo el mundo hay una inflación en el precio de los alimentos que depende mucho aún de la próxima cosecha del Hemisferio Norte, porque para países del Cono Sur la sequía de este año disminuyó la producción de soja y maíz”.  

El especialista consideró que una mayor oferta puede representar una reducción de los precios de los alimentos en el escenario global. “Para nuestra región hay muchas soluciones posibles -declaró- en Brasil estamos muy preocupados por los  fertilizantes dado que importamos el 85% de los que consumimos. No es el caso de Argentina, que tiene menor consumo”. 

En este escenario, consideró como una obviedad que faltará fertilizante para todos, y “desde muchas asociaciones y lo académico se está orientando a los productores a realizar análisis de suelo para conocer su situación y reducir la fertilización al mínimo posible – expuso- y posiblemente, con menos fertilizante, los costos serán menores,  pero la producción también será menor”. Así opinó que “el resultado es una gran duda que dependerá fundamentalmente del tipo de cambio, de la variación del dólar y también de la oferta global vinculada a lo que suceda en el hemisferio norte”. 

“En consecuencia, hay algunas estructuras académicas haciendo un revisionismo de la globalización, dado que un modelo donde cada país y cada región puede producir un pedazo del producto final se mostró complicado con la ruptura de las cadenas productivas”, declaró Rodrígues. Y agregó que “muchas empresas en Estados Unidos y Europa ya están pensando en volver a producir sus insumos y sus materias primas para no depender de otros países”.  

El especialista opinó que muy posiblemente el impacto de la guerra y de la invasión de Ucrania por Rusia sea mayor a lo esperado.  “Europa sufrirá fuertemente la escasez de trigo, de maíz, de gas ruso y de otros productos que pueden comprimir su economía- explicó- la inflación está en todo el mundo y la seguridad alimentaria sigue siendo un riesgo mundial”. Así consideró que “también, y de una manera práctica, existe una oportunidad para los países de Sudamérica, porque tenemos una condición notable de producir alimentos, energía, fibras y, de alguna manera, suplir las pérdidas en las regiones afectadas por el conflicto”. 

En este sentido consideró como fundamental que los gobiernos de los países sudamericanos comprendan este tipo de desafíos y de oportunidades. “Deberían poder hacer un esfuerzo adicional en términos de crédito, de estímulos de exportación y de fuerte conquista de mercados, de manera diplomática, para que tengamos una chance de aprovechar la situación y transformarla en beneficios para el mundo de alimentos”, opinó. Para agregar que “tenemos la      oportunidad de probar al mundo que esta región puede ser un excelente auxilio y agente de alimentación global”. 

“Muchos analistas opinan que la nueva conformación de la globalización podrá ser una especie de bipolaridad geopolítica -declaró- tendremos el occidente por un lado, con las instituciones multilaterales muy debilitadas en los últimos tiempos y con falta de liderazgo adecuado. Pero están las Naciones Unidas, la OMC, FAO, OTAN   y, del otro lado, Asia bajo el liderazgo de China y con  posible apoyo de otros países de Eurasia y de Asia”. 

Rodrígues consideró que esa bipolaridad global puede representar una complicación para nuestra región ya que “estamos físicamente en Occidente pero, hoy en día, muchísimo más pendientes de los compradores asiáticos y China”. 

En este sentido, concluyó que “dependemos de cómo será en el futuro esta división geopolítica y de cómo seremos tratados por el mundo siendo países occidentales pero pendientes del comercio global a nivel asiático”.